12/04/2024

Querido foráneo

Por: Maria Camila Troncoso

Ilustración: Santiago Vanegas

Mira qué rápido pasa el tiempo, hace unas semanas estabas entusiasmado por entrar a la universidad, conocer nuevas personas y, sobre todo, por iniciar tu formación profesional. A este punto, ya te encuentras un poco cansado, triste e incluso ya no quieres conocer a más personas, pues aparentemente los trabajos en grupo parecen no ser importantes para algunos. Los parciales se acumularon, sueltas una materia para estudiar otra, no sabes por dónde comenzar, lloras porque no entiendes tus apuntes, quieres que los días pasen rápido para que llegue el fin de semana; sientes que estás viviendo por inercia; y eso está bien.

Son muchas las dificultades económicas por las que posiblemente estés pasando, y no solo eso, también crees que esa carrera no es lo tuyo, ves como tus compañeros que casi no estudian sacan mejores notas que tú, llenándote de inseguridad. En tu hogar tienen expectativas altas, tus padres están cada vez más orgullosos de que estés estudiando, posiblemente, porque ellos no tuvieron esa oportunidad, sientes que tienes una gran responsabilidad; te detienes de divagar en tus pensamientos, observas a tu alrededor y te encuentras con el desorden de tu habitación; pues, ya no está mamá para recordarte que tienes que limpiar.

Por fin llega esa fecha tan esperada, vuelves a tu hogar, pero, ya no sientes que sea ese tu lugar, te hace falta algo, ves que las personas a tu alrededor han cambiado, la vida no se acabó cuando te fuiste a la ciudad en busca de nuevas oportunidades. Pero, estás feliz de estar con tu familia, aunque solo te pregunten por la carrera, volviste. Pasan los días, es hora de empacar toda tu vida en una maleta, tu abuela envuelve con esmero la fruta que ha recogido de su huerto para que la lleves contigo, se te hace un nudo en la garganta, tus padres te dan su bendición y emprendes tu viaje de vuelta a la ciudad.

Colega, son muchas las lágrimas, los dolores de cabeza, las ganas de rendirse, la impotencia, la frustración, pero, así mismo, la universidad te regala momentos de felicidad, y la vida te premia con una familia seleccionada. Es entendible, las molestias y los altibajos, pero, bien dicen por ahí, que no solo se trata de disfrutar el proceso, sino de vivirlo, son malas semanas, no será toda la vida así. Con tu valor y esfuerzo podrás cambiar la calidad de vida de quienes estuvieron para ti, y más que verlo como un peso trata de verlo como un medidor de progreso. 

Vivir el proceso implica muchas cosas, pero no todo tiene que ser malo, disfruta todas las actividades que te ofrece tu alrededor, canta, actúa, baila y redacta, el mundo necesita personas que aporten felicidad y esperanza. Innovar, hacer cosas un poco fuera de lo común no tiene nada de malo, el arte y el deporte alimentan el alma del hambriento de conocimiento y experiencia.

Querido foráneo, el camino no es fácil, vendrán muchos desafíos, pero hay algo de lo que si estoy segura, hay muchas personas como tú, encontrarás tu lugar, es cierto que un diploma no garantiza tu futuro. Pero, lo que hagas mientras lo consigues sí que jugará con tu suerte, podrá cambiar tu rumbo, eres tú quien decide. El plan de estudios termina, es posible que nunca vuelvas a ver algunos de tus compañeros, pero, ahí es donde juegan un papel importante los recuerdos, las risas y las amistades no se las lleva la graduación. El tiempo corre, cuando menos lo pienses ya serás abogado, ingeniero, licenciado, etc.

Las opiniones expresadas por los diversos autores en este medio son responsabilidad exclusiva de ellos mismos y no reflejan  la opinión del periódico o de alguna institución.

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