18/09/2024
Por: José Figueroa
Ilustración: Juan Pablo Santana
Los miembros del común en una sociedad moderna (y posmoderna) se equivocan cuando llegan al convencimiento de que su pensamiento es propio, que lo que creen es lo que eligen creer, que no se ven influenciados por pensamientos externos y, por lo tanto, son unos “libre pensadores” que deciden de manera autónoma sus convicciones. En realidad, nuestra forma de pensar es la acumulación de paradigmas que ya se han propuesto, se trata de un conglomerado de maneras en las que se entiende la realidad y que nosotros simplemente heredamos. No se debe creer (en principio) que comprendemos la sociedad de determinada forma porque así lo elegimos. Si bien, hay quienes critican a otros porque se influencian al leer libros porque creen que con eso están replicando el pensamiento de otro, a la hora de la verdad, es un error creer que solo por esta razón no debemos dejarnos influenciar por lo que otros hayan escrito.
Nuestra forma de pensar, aunque no devoremos miles de páginas de libros académicos, es el resultado de teorías desarrolladas en el pasado por grandes pensadores en sus reflexiones habladas y escritas y luego transcritas en libros. Ese es el verdadero origen de nuestro pensamiento (moderno, claro, no del pensamiento en sí). Muchas personas continúan con la fiel idea de que su pensamiento es completamente independiente cuando éste es, en ocasiones, el resultado de, por ejemplo, la influencia socio-política de Judith Butler, de Gramsci, de Simone de Beauvoir, de Jean-Paul Sartre, de Michel Foucault, incluso de Marx, de Lutero, de Rousseau y así infinitud de autores. Estos autores son quienes principalmente han ejercido influencia en aquellos que ahora gozan de una mentalidad izquierdista-progresista, pero en otro lado del espectro político hay otro dominio de autores como Thomas Hobbes, Santo Tomás de Aquino, San Agustín, Kant o incluso de Platón. Las personas que predican creencias similares a ellos suelen etiquetarse como conservadores, a pesar de que en ocasiones ni sepan quiénes son los mencionados filósofos.
Sin duda, la cosmovisión moderna es el resultado de teorías que autores propusieron en el pasado y que con el paso del tiempo se vulgarizaron o tomaron terminología coloquial, por lo que se replicaron y se heredaron en una secuencia transgeneracional. Las personas en la era contemporánea no entienden el origen de su cosmovisión y se convencen de que es una construcción espontánea, propia, ignorando que su forma de entender el mundo y la realidad es el resultado del interaccionismo simbólico que viven en su entorno, en su hogar, con las personas de las que se rodean y cómo hablan, interactúan y exponen su forma de pensar; y así lo adaptan, lo adquieren, lo devoran. Son resultado de la influencia a su alrededor. No obstante, como la gran mayoría no son parroquianos de los libros, creen que no se ven influenciados por teorías ajenas, cuando la verdad dista de esta suposición.
También se yerra con la concepción de que lo que pensamos es únicamente lo que estamos conscientes que pensamos. Un concepto que desvirtúa esta suposición es el complejo, concepto usado por el psicoanálisis. Sigmund Freud trata de explicar esta teoría en toda su obra, pues allí dirige sus esfuerzos a demostrar que lo que pensamos, que lo que entendemos, el cómo actuamos, tiene un estribo que está más allá de lo que creemos pensar, tal como ocurre con el Complejo de Edipo. Se trata de representaciones inconscientes que, como su nombre lo indica, están fuera de la esfera de lo dominado por la consciencia. Se han descrito e identificado tantos complejos que demuestran que lo que pensamos no siempre es lo que queremos pensar, que hay algo más que influye en la forma de pensar, y que hay algo más atrás que conduce a que tengamos determinados comportamientos. El problema es el egocentrismo del humano de creerse independiente, de creerse libreprensador. Esa ilusión de independencia intelectual causa rechazo e indignación cuando se explica que lo que se piensa y el cómo se actúa se debe a un componente inconsciente. Creemos que nos están diciendo tontos. Pero somos más tontos si creemos que lo que pensamos es únicamente lo que queremos pensar.
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