15/04/2024

La mujer, el trabajo y la tecnología

Por: Magda Stella Reyes Reyes

Ilustración: Santiago Vanegas

El papel de la mujer en la evolución del trabajo, especialmente en el contexto de los avances tecnológicos y el cambio en los modelos de producción es relevante en el mundo, sobre todo teniendo en cuenta el fenómeno de la globalización. Desde la era fordista hasta el actual mercado abierto, se evidencia un cambio significativo en la forma en que se organiza y lleva a cabo el trabajo, con consecuencias profundas tanto en la estructura laboral como en las dinámicas sociales. Una de las transformaciones más destacadas es el surgimiento de un nuevo tipo de trabajador, más independiente en su gestión pero también más vulnerable, sometido a lo que se denomina un “empleador digital” (Rodríguez, 2022). Este trabajador, aunque puede tener cierta autonomía en su labor, está sujeto a una serie de controles y exigencias que pueden afectar su calidad de vida y su libertad laboral.

De esta forma, ¿La evolución laboral en la época de la globalización afecta considerablemente a la mujer? ¿Existen patrones, formas, factores?. A pesar de la narrativa empresarial que sugiere un empoderamiento femenino a través de nuevas formas de trabajo, la realidad muestra que persisten sesgos y discriminación que reproducen y profundizan la división sexual del trabajo. Históricamente, las mujeres han sido relegadas al ámbito doméstico-familiar, lo que ha limitado su participación en el mercado laboral y ha perpetuado su invisibilización en ciertos sectores. Aunque con el surgimiento de la industria se abrieron nuevas oportunidades laborales para las mujeres, también se enfrentaron a una doble carga, tanto en el hogar como en el trabajo, enfrentando resistencia y discriminación en ambos ámbitos.

Así pues, existe persistencia de la división sexual del trabajo y sus consecuencias en la estructura laboral y social. Desde la Revolución Industrial hasta la era fordista, se observa cómo la mujer ha sido relegada a roles considerados “naturales” dentro del ámbito doméstico y de cuidado, mientras que los hombres han predominado en el espacio público y productivo. Esta división se reflejó en la exclusión de las mujeres de ciertos sectores laborales considerados “peligrosos” o “inapropiados”, así como en la discriminación salarial y la falta de participación sindical. La imposición de roles de género rígidos limita las oportunidades de desarrollo y autonomía de las mujeres, sometiéndose a una doble jornada laboral y reproduciendo desigualdades estructurales arraigadas en la sociedad.

La ideología subyacente en este sistema, que justifica la división sexual del trabajo como natural y necesaria, oculta así las dinámicas de explotación y dominación que subyacen en la economía capitalista. Este análisis desafía las narrativas tradicionales sobre el trabajo y el género, destacando la urgencia de cuestionar y transformar las estructuras sociales y económicas que perpetúan la desigualdad de género. El tema del género y la explotación en relación con la óptica de clase ha sido debatido por figuras históricas como Inessa Armand y Simone de Beauvoir. Armand, dirigente del Departamento de la Mujer en la Revolución Rusa, señaló la interconexión entre la liberación de la mujer y el comunismo, mientras que Beauvoir, destacada filósofa, argumentó que la igualdad entre géneros es inviable en el sistema capitalista. Ambas figuras abogaron por una conciencia de la dominación de género y la necesidad de transformar los roles tradicionales.

En este mismo análisis, es imperante las narrativas actuales y el movimiento feminista. El movimiento feminista ha desempeñado un papel crucial en la historia de las mujeres al cuestionar las nociones tradicionales de género y luchar por la igualdad y los derechos de las mujeres. La introducción del concepto de género en el ámbito académico y activista ha permitido comprender que la división del trabajo según el género no es natural, sino socialmente construida. Simone de Beauvoir argumentó que las mujeres no nacen subyugadas, sino que se convierten en tales a través de procesos sociales y culturales. El feminismo ha abogado por la visibilización de la mujer como sujeto y ha promovido su participación en el ámbito laboral como parte de la lucha por la igualdad y la eliminación de la discriminación.

Aunque lo anterior representa un avance en términos de emancipación económica, persisten la segmentación vertical y horizontal del trabajo, lo que se traduce en diferencias salariales y en la prevalencia de la toma de decisiones por parte de los hombres, reforzando así las estructuras de poder patriarcales. “La generalización de la precariedad laboral ha terminado por afectar en mayor medida a las mujeres en tanto colectivo más vulnerable” (Rodríguez, 2022). La realidad actual evidencia claramente que las mujeres no reciben el mismo trato en el ámbito laboral en comparación con los hombres, ya sea en términos de contratación, despido o promoción profesional. Además, las mujeres asalariadas enfrentan una doble carga al tener que lidiar con las responsabilidades domésticas, lo que puede afectar negativamente su productividad laboral y dificultar su avance profesional. Aunque se han promulgado normas internacionales y nacionales para proteger los derechos de las trabajadoras y promover la conciliación entre el trabajo y la familia, estas medidas tienden a centrarse más en facilitar la doble jornada de las mujeres que en abordar el problema de manera integral.

Ahora bien, el surgimiento de las plataformas digitales en la economía actual ha planteado nuevos desafíos en cuanto a la organización del trabajo y los derechos laborales. Estas plataformas suelen operar bajo un modelo de negocio que prioriza la flexibilidad y la deslocalización, lo que se traduce en una mayor precarización del trabajo y una falta de protección para los trabajadores, especialmente para las mujeres. Aunque se ha argumentado que estas plataformas ofrecen mayor autonomía a los trabajadores, en realidad pueden explotar de manera más eficiente a través de la flexibilidad de tiempo y lugar de trabajo.

La baja representación femenina en las plataformas digitales refleja las disparidades en el acceso y uso de la tecnología entre hombres y mujeres, así como una segregación ocupacional que reproduce estereotipos de género arraigados en la sociedad. Además, las mujeres suelen enfrentar brechas salariales y una valoración inferior de su trabajo en comparación con los hombres, incluso en ocupaciones similares. El control ejercido por las plataformas digitales sobre los trabajadores también tiene implicaciones de género, ya que los sistemas de evaluación y asignación de trabajo pueden reflejar sesgos discriminatorios. Este control intenso puede exacerbar las desigualdades existentes y dificultar aún más el acceso de las mujeres a oportunidades laborales equitativas.

El surgimiento del capitalismo de plataformas no ha borrado las históricas desigualdades de género en el espacio laboral, sino que ha ampliado y transformado las formas en que estas desigualdades se manifiestan. Es crucial cuestionar y abordar activamente las estructuras sociales y económicas que perpetúan la división sexual del trabajo y promover políticas y acciones que fomenten la igualdad de género en todas las esferas de la vida laboral. Solo así se podrá avanzar hacia un futuro donde hombres y mujeres tengan oportunidades laborales equitativas y justas.

Finalmente, es dable concluir que, las plataformas digitales han emergido como un modelo de negocio dominante en la economía contemporánea, ofreciendo una amplia gama de servicios y oportunidades laborales. Sin embargo, a pesar de su aparente accesibilidad y flexibilidad, estas plataformas tienden a excluir a las mujeres del mercado laboral debido a la falta de fomento de la igualdad de género. En primer lugar, la estructura misma de muchas plataformas digitales refleja y perpetúa estereotipos de género arraigados. Las ocupaciones disponibles en estas plataformas suelen estar segregadas de acuerdo con roles tradicionales de género, relegando a las mujeres a sectores como la limpieza o el cuidado del hogar, mientras que los hombres ocupan predominantemente roles relacionados con la tecnología o el transporte. Esta segregación ocupacional limita las opciones laborales de las mujeres y refuerza las desigualdades de género en el mercado laboral.
Además, las plataformas digitales a menudo operan bajo sistemas de evaluación y asignación de trabajo que pueden estar sesgados de manera discriminatoria. Las mujeres pueden enfrentar barreras adicionales para acceder a oportunidades laborales debido a la falta de transparencia en los procesos de contratación y la prevalencia de prejuicios implícitos. Esto puede resultar en una menor visibilidad y reconocimiento de las habilidades y contribuciones de las mujeres en estas plataformas, perpetuando así la exclusión de género.

Otro aspecto crucial es la brecha salarial de género que persiste en muchas plataformas digitales, donde las mujeres tienden a ganar menos que los hombres por realizar trabajos similares. Esta disparidad salarial refleja no solo la subvaloración del trabajo femenino, sino también la falta de medidas efectivas para abordar la discriminación de género en el ámbito laboral digital.

Referencias
Rodríguez, A. (2022). Una visión evolutiva del trabajo femenino hasta su lugar actual en el capitalismo de plataformas. Revista Derecho del Estado (23), 253- 277. https://doi.org/10.18601/01229893.n53.09

Sobre el autor
Magda Stella Reyes Reyes, es Doctora en derecho penal en Derecho Penal y Procesal de la Universidad de Sevilla – España, Master Universitario de Especialización en Derecho Penal del Instituto de Criminología de la Universidad de Sevilla, especialista en Derecho Administrativo y especialista en Ciencias Penales y Criminológicas de la Universidad Externado de Colombia. Actualmente, es profesora de tiempo completo en la Universidad de Ibagué y se destaca por su contribución a temas especializados en enfoque de género.

Las opiniones expresadas por los diversos autores en este medio son responsabilidad exclusiva de ellos mismos y no reflejan  la opinión del periódico o de alguna institución.

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