¿Qué es el éxito y por qué nunca nos consideramos merecedores de este? Es una pregunta que siempre me he hecho cuando pensaba en el futuro. En el día a día estamos tan acostumbrados a simplificar y justificar nuestros pequeños logros que olvidamos felicitarnos sobre las insignificantes acciones que realizamos para mejorar y encontrar nuestra mejor versión.

La errónea percepción que tenemos sobre el éxito es que únicamente se obtiene cuando una persona logra llegar a una meta que veíamos como inalcanzable. De hecho, si reflexionamos sobre un referente de éxito pensamos en personas como Elon Musk o Bill Gates, ya que limitamos el concepto a los que percibimos como “merecedores” de este término. Esto es debido a que admiramos el éxito como algo lejano a nuestro ser, casi imposible de alcanzar para algunos.

No obstante, el éxito va más allá de un simple concepto utópico a nuestra realidad. Somos exitosos cada vez que decidimos levantarnos una y otra vez para intentar realizar pequeñas acciones que a simple vista parecen insignificantes para transformarnos, porque al final del día todos queremos mejorar, pero pocos lo admiten por miedo al fracaso. En un primer momento, ese cambio carece de sentido para nosotros; es tan mínimo que lo normalizamos. Sin embargo, en esa pequeña iniciativa hay una persona que merece ser llamada exitosa, porque con determinación lidera una acción donde ganar o perder no importa, solo intentarlo cuanto sea posible.

La invitación es a no limitar nuestro concepto de éxito únicamente a los individuos que han llegado a determinada meta en su vida, sino a cada una de las acciones de personas que diariamente buscan el constante cambio para tener un mejor mañana, en una sociedad que fluye y juzga fácilmente. En conclusión, una persona exitosa se arriesga a intentarlo mil veces sin resignación, deja atrás los sentimientos de derrota y se anima a empezar de nuevo cuantas veces sea necesario con el propósito de acercarse a la dirección para cumplir esas metas.