05/11/2023

La armonía en un mundo de transformación

Por: Santiago Vanegas Sánchez

Ilustración: Santiago Vanegas Sánchez

La vida, el latir, el escuchar, el respirar, el reír, el llorar; la cíclica repetición de caracteres finitamente infinitos en el vivir y sentir de un ser humano constituyen sin duda alguna el imaginario de la existencia misma. Está claro que a pesar de que existen cuestiones fijas o relativamente estáticas en la vida, el ser es un ente orgánico, cambiante y líquido. Esa liquidez de la individualidad, del amor, de las relaciones y de las interacciones son reflejo de la plasticidad de la psique y cómo la construcción del sentir, del pensar y de la intuición permiten entender el comportamiento y las relaciones entre los seres humanos, comprendiendo su estado individual y colectivo, reconociendo que no son estáticas y son altamente dinámicas. Estableciendo una dualidad entre lo líquido y lo rígido que es el ser y cómo dichas características deben ser equilibradas para obtener una armonía a nivel mental y relacional.

En primer lugar, para sumergirnos dentro de la salud mental y su estrecha interacción con las relaciones interpersonales es importante reconocer el mundo en el que se encuentran presentes ambos conceptos. Este mundo, complejo, cambiante y evolutivo en el que subyace la salud mental es determinante a la hora de relacionar ambas instancias, puesto que a nivel global se presentan dinámicas de cambio y de evolución que afectan nuestras relaciones; aspectos como la virtualidad y la tecnología han propiciado el escenario de dicha interacción. Vivimos en un mundo marcado por la rapidez, donde todo es efímero; una época en la que nuestras interacciones y relaciones interpersonales se asemejan a gotas de agua en constante cambio. 

Ahora bien, en el ámbito de este escenario líquido planteado desde Bauman, las relaciones humanas manifiestan una propensión a adquirir la efímera naturaleza de lo mutable. La consecuente excitación relacional, caracterizada por conexiones superfluas y la escasez de compromiso a largo plazo, engendra la propagación de sentimientos de aislamiento y ansiedad. Por ejemplo, las plataformas de redes sociales y aplicaciones de citas en línea encarnan fielmente esta metáfora de liquidez, ofreciendo conexiones fugaces que son igualmente susceptibles a la desconexión instantánea. La percepción de relaciones superficiales y la implacable búsqueda de novedad pueden desencadenar una sensación de desapego y una falta de profundidad en las relaciones que formamos a diario. La mantención de la salud mental en este paradigma líquido demanda el desarrollo de relaciones  significativas, fundamentadas en la autenticidad y la disposición de involucrarse profundamente (Bauman, 2003).

En el momento en que nos centramos en el entendimiento de la psique humana y la transcendental importancia de la individuación, empezamos a comprender que se habla de un proceso que implica el autodescubrimiento y el desarrollo personal. En este momento, se resalta la existencia de una “sombra” en todos nosotros, una entidad oscura y reprimida que puede proyectarse en nuestras relaciones interpersonales si no se aborda adecuadamente; comprendiendo esto, el ámbito relacional adquiere un matiz distinto. La teoría de la psique de Jung subraya la necesidad de una autoconciencia profunda y una comprensión cabal de nuestra propia sombra para establecer relaciones saludables. El relacionarse de manera adecuada y propicia radica en reconocer y reconciliar nuestra sombra para mitigar los conflictos y proyecciones perjudiciales en el seno de nuestras interacciones personales. Además, se puede lograr comprender la trascendental importancia de la integración de lo masculino y lo femenino en cada individuo, esto va más allá de las convenciones de género, para alcanzar un equilibrio psicológico y, en consecuencia, relaciones más armónicas (González, 2004).

En conclusión, la salud mental y las relaciones interpersonales, dos dimensiones de la experiencia humana, hallan su escenario en constante transformación en un mundo líquido. Para salvaguardar la salud mental en este turbulento entorno, se erige como imperativo la introspección y la adopción de un compromiso inquebrantable con el conocimiento de nuestra propia psique, tal como proponía Carl Jung. En última instancia, el entendimiento de nuestro mundo, de cómo nos relacionamos y como nos conocemos no solo constituyen un recurso para la preservación de la salud mental, sino que también se convierten en el cimiento de relaciones interpersonales gratificantes en un mundo que se empeña en su constante flujo y transformación.

Referencias

Bauman, Z. (2003). Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica.

Alonso, G. (2004). La Psicología Analítica de Jung y sus aportes a la psicoterapia. Universitas Psychologica, 3(1), 55-70.

Las opiniones expresadas por los diversos autores en este medio son responsabilidad exclusiva de ellos mismos y no reflejan  la opinión del periódico o de alguna institución.

Redes Sociales

error: Content is protected !!